Los primeros meses de 1983 fueron para mí de confusión, dudas, nostalgia, inseguridad, frustración, tristeza y alegría. El cambio se veía venir. La relación de noviazgo entre mi hermano y la hermana de mi novia alteró nuesta propia relación. Un año y medio trabajando para la Administración de Corrección fué suficiente para convencerme de querer hacer una carrera profesional en el servicio público. Cumplir 25 años de edad me hizo reflexionar sobre quien soy y que quiero. A punto de conseguir mi primer título universitaro. La pérdida de amistades. Mi nostálgico re-encuentro con Gloria. La separación de mi familia. La pérdida de mi soltería. Un amor frustrado. Todo se fué acumulando en mi interior como energía.
Todos estos sentimientos se reflejaban en mis primeros escritos. Las largas horas de soledad y silencio absoluto que pasaba mientras me encontraba trabajando herméticamente encerrado en la armería de Penitenciaría Estatal en horas de la madrugada, mis pensamientos volaban dentro y fuera de mi cabeza. En mi soliloquio se evidenciaba la intensidad de mis temores. Algunos sueños se habían desvanecídos y temía que otros también desaparezcan o se queden como simples sueños del pasado. Por eso comencé a tomar decisiones y forzarme a aceptar los acontecimientos de mi vida con la autopromesa de realizar mi mejor esfuerzo para conseguir un mejor futuro dándole una oportunidad al amor.
Muchos de mis pensamientos y promesas fueron transferidos a papel con el propósito, además de canalizar las energías, de evidenciar los sentimientos y no olvidar mis propias promesas (síndrome del salvavidas). Como parte de la evidencia que presento a los lectores de estas memorias para que me juzguen, transcribo en la próxima entrada, de forma fiel y exacta, algunos de los escritos de juventud que aún conservo en su estado original.
A pesar de que nuestro noviazgo tuvo una duración de un año y siete meses (11 de diciembre de 1981 al 10 de julio de 1983) y de que ambos fuimos aceptados desde el inicio del mismo por las respectivas familias del otro, nunca tuvimos un noviazgo de compromiso formal. Nunca hubo la tradicional petición de mi parte solicitando "la mano de su hija". Nunca hubo una sortija de compromiso en manos de Adeline, que evidenciara a conocidos y no conocidos que ella se encontraba en una relación formal de noviazgo. Tampoco hubo previamente encuentros entre sus padres y los míos. La única reunión semi-formal que ocurrió entre ellos fué forzada por la proximidad de la boda varios días antes de su realización. Todo esto hacía evidente que nuestra relación estaba basada en el presente sin comprometer el futuro.
Cada día y cada semana que pasaba nos acercaba más al momento de unir nuestras vidas para siempre (¿?) y nos obligaba a actuar con más rapidez e intensidad sobre los preparativos. Esto me motivó (tal vez debe decir, me obligó) a realizar mi primer préstamo personal utilizando los beneficios que brindaba el servicio publico a sus empleados.
Este beneficio de fácil acceso a préstamos personales, hipotecarios, para autos, para enseres del hogar, culturales, por desastres naturales y otros, que brindaban organizaciones como la Asociación de Empleados del Estado Libre Asociado, el Sistema de Retiro de los Empleados Públicos, Cooperativas, y otras, provocaba entre los mismos empleados que estas organizaciones querían beneficiar, una dependencia a ellos que generaba un nivel de vida por debajo de las expectativas. Estos préstamos fáciles y rápidos, con renovación casi automática, desvirtuaba el propósito por los que fueron creadas estas organizaciones debido a que los mismos se acumulaban unos sobre otros y al ser deducidos del sueldo del empleado reducía el mismo a un sueldo neto de pobreza progresiva. Como servidor publico fuí testigo y parte de los miles de empleados que cada año veían reducerse el sueldo, obligándolos a renovar el préstamo y caer así en un círculo vicioso. Casi la totalidad de los gastos incurridos en nuesta boda fueron cubiertos por mi préstamo personal adquirido de los beneficios del servicio publico, incluyendo el alquiler del traje de novia. Ella decidía casi todos los asuntos relacionados a la boda excepto, por no poseer recursos, los económicos.
Aprovechando que ella había decidido que la misma se realilzara un domingo por la mañana, yo decidí que sería una boda económica que cubriría solamente la escenografía básica con la que ella quería mentirle a todos. También, como realidad propia, mis sentimientos eran que yo no tenía nada que celebrar, que estaba siendo complice de una mentira, que mis sueños se perdían para nunca más volver. Por esta razón, decidí que no quería guardar recuerdos de ese momento, y alegando que el presupuesto, producto del préstamo, no alcanzaría para cubrir los costos de un fotógrafo profesional, le advertí a Adeline que no contrataríamos los servicios de algún fotógrafo para ese día. Esa decisión la tomé de manera unilateral. A pesar de que en mi familia siempre existió la tradición de guardar los recuerdos en fotos y de que yo, siguiendo esa tradición, poseía mi propio album de recuerdos, me negué a incurrir en costos de un fotógrafo que sólo cumpliría el propósito de perpetuar una mentira. Por ser el fotógrafo una parte importante en cualquier celebración como ésta, pensé que ella no estaría de acuerdo con mi decisión y buscaría alguna alternativa que le permita presentar su espectáculo completo, pero no fué así. La sorpresa me confundió cuando ella aceptó no contratar fotógrafo, no mostró ningún interés, no buscó alternativas y no se ofreció para su familia incurra en ese gasto (ni en ningún otro).
Sangre pesa más que agua. El apoyo familiar es también una parte importante en estas y otras actividades. Cuando posteriormente le notifiqué a mi familia que no habría fotógrafo en mi boda, no todos aceptaron la decisión. Sin consultarlo, mi hermana Iris contrató y costeó los servicios de un fotógrafo profesional para cubrir la comedia. Esa muestra de amor familiar me ubicaba en una incómoda situación porque no podia decirles que tanto el novio (yo) como la novia (Adeline) no interesaban poseer esos recuerdos. Por no tener opción, acepté que Iris contratara un fotógrafo para perpetuar la mentira blanca, pero seis meses más tarde Adeline aceptó que destruyéramos ese album de fotos.
Porque mi sentimiento era que no tenía nada que celebrar, utilizé como subterfugio la situación económica (la cual era real debido a que ella ni su familia aportaron para los preparativos), para tampoco realizar otras actividades inherentes a una boda formal: no compramos Champagne ni ninguna bebida alcohólica, no alquilamos salón de actividades y no hicimos nada que pueda parecer una luna de miel.
Fué mi cuñado Vidal, el esposo de Iris, el que aportó las cervezas que se consumieron en nuestra boda. El local que utililzámos para celebrar (sin fiesta) fué la marquesina de mi hogar, y lo consumido provino de mi familia, con las atenciones especiales de Kino y Blanca. La no realización de la luna de miel fué una decisión personal que no estaba dispuesto a transar ni aunque hubiera abundancia de dinero. ¿Que función cumplía? ¿Cual hubiera sido el propósito? A pesar de todo, dos de los símbolos más representativos de una boda sí estuvieron presentes, la sortija y el bizcocho.
Una ceremonia nupcial no termina hasta que el novio coloca la sortija en el dedo de la novia. Esto hace que ese simbolismo sea indispensable en toda celebración. Mi sentimiento de no celebración (ausencia de deseo genuino) y el presupuesto limitado, le restaron importancia a mi interés por la adquisición de una sortija matrimonial. Por eso acordamos que ésta no podia ser costosa. Pero me sorprendió observar que existía en el mercado algunos modelos económicos que se ajustaban a nuestra realidad. Aunque salimos juntos a comprarla, yo escogí la sortija que encontré más barata, como nuestro amor. Mientras tanto, delegué en mi madre los arreglos para el bizcocho y ella a su vez le encargó su preparación a otra persona. Por accidente de la vida, esa persona resultó ser también parte de mi pasado.
El día 10 de julio de 1983 en horas de la mañana, me encontraba preparando la vestimenta para ese día cuando llegó con el bizcocho la persona a la que mi madre contrató para su confección. Sintiendo curiosidad, salí de mi habitación a mirar. Al observar a la mujer no pude contener mi sorpresa y escapándose un grito pregunté, ¿Miss Santiago? Era mi maestra de Ciencia Física en la Ponce High School. Fué una agradable sorpresa para todos. Mi madre no sabía, ella tampoco. Luego de la sorpresa nos saludamos y sin ocultar su alegría me pregunta por Gloria. Le conté que habíamos tenido contacto recientemente, conversamos un poco sobre ella, me obsequió un descuento por su trabajo y se despidió, dejando atrás para siempre esa etapa de mi vida.
Desde que comenzó el noviazgo entre Ramón y Maritza, compartíamos los cuatro casi todas las actividades que realizábamos. Pronto ellos se convirtieron en los únicos amigos que teníamos en común mi novia y yo. Por eso no fué difícil para Adeline escogerlos como padrinos de boda. También decidió que un amigo de su hermana sería el conductor del auto que nos transportaría luego de la ceremonia, en la acostumbrada caravana. (Esto lo menciono sólo para recordar que ella decidía todo). Otro asunto que tuvimos que resolver fué su traslado de la Universidad Católica de Ponce al Puerto Rico Junior College en Río Piedras. Habíamos decidido que ambos continuaríamos estudiado. En el proceso yo me encargué de entregar en el Junior College los documentos que ella tenía que someter. Esto me condujo a un nuevo descubrimiento: ella no estaba asistiendo a la universidad y se había dado de baja en algunos de los cursos. Esto lo hizo utilizando nuevamente el argumento de que esos cursos no le gustaban. ¿Que hacía entonces después que yo la dejaba en los portones de la Universidad Católica? ¿Que hacía mientras yo me encontraba en Río Piedras? Fueron pocos los créditos universitarios que pudo transferir al PRJC por lo que realmente tuvo que comenzar de nuevo casi desde cero.
Entre todos los preparativos de boda que tuvimos que realizar y entre las situaciones que nos vimos obligados a resolver, hubo tres que marcaron mi vida para siempre porque por años traté de olvidarlos y perdonarlos, pero no lo logré. No lo hice (olvidar) porque no podia hacerlo sólo y ella no me ayudó. Estos momentos fueron: 1) charla pre-matrimonial 2) selección del traje 3) despedida de soltero.
La Iglesia Católica también exige como requisito de boda, que toda pareja tiene que asistir a una charla pre-matrimonial antes de su celebración. La ausencia de deseos genuinos para casarme y mi alejamiento de la iglesia me hicieron desafiar esa norma y le comuniqué a mi novia que no asistiría a esa reunión de parejas. Estaba convencido de que ni la iglesia , ni ella dejarían pasar la oportunidad de celebrar la boda por no asistir a esa charla. Estaba seguro de que nada pasaría y mi decisión era firme. Pero Adeline sabía como involucrarme en sus conversaciones con temas delicados y/o perjudiciales; su tono de voz cambiaba, sus palabras eran cuidadosamente seleccionadas, sus agresiones verbales desaparecían, escuchaba más y hablaba menos. No sé como lo lograba pero siempre me hacía cambiar de opinión. Sólo por complacerla, asistímos a la charla pre-matrimonial que se celebró un domingo en el teatro de la Universidad Católica. Ese día mi actitud era de "no me importa". Pero poco a poco el orador pudo cautivar mi atención logrando que yo saliera satisfecho de la conferencia. Sus palabras se han borrado de mi mente, pero no así los recuerdos. Todavía recuerdo la pregunta que el conferenciante dirigió a todas las parejas que allí asistieron, "¿Que respeto puede sentir un hombre hacia una mujer que ha tenido relaciones sexuales con su novio antes de casarse?" Con sus palabras logré entender mejor mis propios sentimientos; no me encontraba sólo.
La selección del vestido de novia era otro de los asuntos a resolver. Sobre ésto ella conocía mis sentimientos y había aceptado mis condiciones de no utilizar velo y corona. Argumentando una vieja tradición que dice que el novio no puede ver a la novia con el traje de boda antes de la ceremonia, Adeline no permitió que yo estuviera presente en el momento que lo escogió a pesar de que fuimos juntos para eso y de que yo pagué su costo. Por eso, al salir del local conversamos un poco y desconfiando de ella le pregunté que había escogido para utilizar en su cabeza con el vestido. Su respuesta fué la que yo quería escuchar, -Nada-. Aunque mi desconfianza quedó intacta, nuevamente estaba obligado a creerle. Pero nuevamente ella demostró su adicción a la mentira.
Los días previos a nuestra boda estuvieron cargados de preocupaciones, temores y ansiedad. Esa acumulación de tensión me ponía dubitativo en relación a si debía continuar con el proceso. El pensamiento de cancelarlo todo siempre estaba presente, pero la idea de que tenía hasta el último momento para hacerlo me servía de excusa para no actuar. Mientras tanto la tensión continuaba acumulándose hasta estallar en violencia mutua.
El único hecho de violencia física que existió entre nosotros en nuestra relación de más de 20 años ocurrió una semana antes de nuestra boda. Recordándole a los lectores que me encuentro bajo solemne juramento de decir la verdad, sólo la verdad, y nada más que la verdad, expongo con detalles los acontecimientos de ese día para que sean ustedes los que declaren su veredicto como jueces de mis acciones (nuestras acciones).
Tradicionalmente, las personas antes de casarse reciben una despedida de soltero/a que es organizada por amigos/as y familiares y la misma casi siempre se realiza una semana antes del enlace matrimonial. Como he expuesto anteriormente , mi novia era una joven con pocas amigas y pocos lazos emocionales con su familia extendida. Por ese motivo, nadie tomó la iniciativa de organizarle una despedida de soltera, ni siquiera su única hermana. En contraste, mi círculo de amistades era extenso y variado. Una semana antes de la boda, nos encontrábamos conversando en el balcón de su hogar cuando se acerca por la callejuela un vehículo grande, modelo Cougar, color verde, que se detiene frente a nosotros. Inmediatamente reconocí el mismo, era mi amigo Rodolfo Echevarría para invitarme a reunirme con todo el grupo de amigos que estarían esperándome esa noche en La Guancha. Aunque él nunca utilizó la expresión "despedida de soltero", por su insistencia en mi presencia, todos sabíamos que ese era el propósito oculto. Mientras Rodolfo y yo conversábamos, mi novia escuchaba en silencio. Aceptando la invitación, acordamos que ellos esperarían por mí para reunirnos más tarde en el lugar acordado. Pero tán pronto Rodolfo se alejó, Adeline rompió su silencio para decir con toda su "autoridad", -Tú no vás para ningún lado.- Comenzó a manifestarse nuevamete el diabólico ser que residía en el interior de su hermoso cuerpo de mujer. Como si hubiera sido ofendida en grado superlativo, ésta especie de la variedad del género femenino, manifiesta su desagrado con esa invitación y utilizando argumentos negativos y en manifiesto desprecio hacia mis amistades, me prohíbe que me reúna con ellos. Casi al mismo tiempo que comenzámos a discutir el tema, ella se había acomodado sobre mi regazo mientras yo me encontraba sentado en uno de los sillones. Esta cercanía y contacto físico entre nosotros no impidió que la conversación se tornara hostíl cuando yo comencé a sentirme (una vez más) molesto con las opiniones que ella explayaba sobre todos mis amigos y amigas. En la medida que la hostilidad verbal aumentaba, sale de entre sus argumentos el nombre de Gisela, la novia de Rodolfo. Estando nuestra discusión en su punto de ebullición y todavía sobre mi regazo, ella me grita con la misma autoridad, -TU NO VAS PARA NINGUN LUGAR DONDE SE ENCUENTRE ESA PUTA- Con estas palabras mi molestia se convirtió en ofensa, luego en corage, y finalmente creo que sentí odio. "El odio es el amor frustrado". Tomas Merton.
Ese sentimiento de odio se manifestó claramente al repeler sus palabras. ¿Que conocimientos o experiecias diferentes tenía ella para auto descalilficarse de ese gremio? Ella nunca entendió que sus propias palabras me obligaban a percibirla como la puta que ella proyectaba en otras. Por eso, al escuchar sus repulsivas palabras reaccioné como resorte y a la misma vez que le gritaba - SALTE DE AQUI - procedí a sacarla bruscamente de mi regazo rechazando su contacto físico estirando mis brazos para obligarla a alejarse de mi persona. Refraseando la expresión con menos retórica, diría que, "la saqué de un empujón". El sentimiento diabólico que invadió mi ser me obligó a rechazarla al sentir que su concepto de lo que era una puta rebotaba contra el viento y la impactaba a ella. Desde ese momento comencé a asociar la palabra puta con todas las actividades que ella realizaba conmigo y las que había realizado en el pasado con Papo y Alberto. ¿Que diferencias había? Que lo explique ella.
Con mi empellón logré repercutir su presencia pero al sentirse sacudida reaccionó también como resorte y estirando su brazo derecho con intención y propósito, logró impactar parte de mi rostro, que a su vez provocó en mí otra reacción. Estirando rápidamente mi brazo derecho en línea recta y con la palma de mi mano abierta, impacté su frente de por encima de sus cejas. Habiendo llegado nuestras reacciones a esos extremos, estaba convencido de que si en ese momemento cualquiera de los dos hubiera vuelto a reaccionar con alguna otra forma de violencia, el daño a nuestra relación hubiera impedido su continuación. Por eso procedí inmediatamente a retirarme de su hogar llevando conmigo nuevos sentimientos de odio, los cuales no he podido desprender de mi ser.
A pesar de mi frustración y sentimiento de odio, la maldita mujer logró intimidarme y "decidí" no asistir a mi propia despedida de soltero junto a mis amigos para no empeorar la difícil situación en la que caímos.
Con el corazón en la mano, deposito ante ustedes, mis lectores, la realidad de los hechos y con la paz y la tranquilidad que siente un moribundo luego de confesarse en su lecho de muerte, me someto a su juicio.
Muchos de mis pensamientos y promesas fueron transferidos a papel con el propósito, además de canalizar las energías, de evidenciar los sentimientos y no olvidar mis propias promesas (síndrome del salvavidas). Como parte de la evidencia que presento a los lectores de estas memorias para que me juzguen, transcribo en la próxima entrada, de forma fiel y exacta, algunos de los escritos de juventud que aún conservo en su estado original.
A pesar de que nuestro noviazgo tuvo una duración de un año y siete meses (11 de diciembre de 1981 al 10 de julio de 1983) y de que ambos fuimos aceptados desde el inicio del mismo por las respectivas familias del otro, nunca tuvimos un noviazgo de compromiso formal. Nunca hubo la tradicional petición de mi parte solicitando "la mano de su hija". Nunca hubo una sortija de compromiso en manos de Adeline, que evidenciara a conocidos y no conocidos que ella se encontraba en una relación formal de noviazgo. Tampoco hubo previamente encuentros entre sus padres y los míos. La única reunión semi-formal que ocurrió entre ellos fué forzada por la proximidad de la boda varios días antes de su realización. Todo esto hacía evidente que nuestra relación estaba basada en el presente sin comprometer el futuro.
Cada día y cada semana que pasaba nos acercaba más al momento de unir nuestras vidas para siempre (¿?) y nos obligaba a actuar con más rapidez e intensidad sobre los preparativos. Esto me motivó (tal vez debe decir, me obligó) a realizar mi primer préstamo personal utilizando los beneficios que brindaba el servicio publico a sus empleados.
Este beneficio de fácil acceso a préstamos personales, hipotecarios, para autos, para enseres del hogar, culturales, por desastres naturales y otros, que brindaban organizaciones como la Asociación de Empleados del Estado Libre Asociado, el Sistema de Retiro de los Empleados Públicos, Cooperativas, y otras, provocaba entre los mismos empleados que estas organizaciones querían beneficiar, una dependencia a ellos que generaba un nivel de vida por debajo de las expectativas. Estos préstamos fáciles y rápidos, con renovación casi automática, desvirtuaba el propósito por los que fueron creadas estas organizaciones debido a que los mismos se acumulaban unos sobre otros y al ser deducidos del sueldo del empleado reducía el mismo a un sueldo neto de pobreza progresiva. Como servidor publico fuí testigo y parte de los miles de empleados que cada año veían reducerse el sueldo, obligándolos a renovar el préstamo y caer así en un círculo vicioso. Casi la totalidad de los gastos incurridos en nuesta boda fueron cubiertos por mi préstamo personal adquirido de los beneficios del servicio publico, incluyendo el alquiler del traje de novia. Ella decidía casi todos los asuntos relacionados a la boda excepto, por no poseer recursos, los económicos.
Aprovechando que ella había decidido que la misma se realilzara un domingo por la mañana, yo decidí que sería una boda económica que cubriría solamente la escenografía básica con la que ella quería mentirle a todos. También, como realidad propia, mis sentimientos eran que yo no tenía nada que celebrar, que estaba siendo complice de una mentira, que mis sueños se perdían para nunca más volver. Por esta razón, decidí que no quería guardar recuerdos de ese momento, y alegando que el presupuesto, producto del préstamo, no alcanzaría para cubrir los costos de un fotógrafo profesional, le advertí a Adeline que no contrataríamos los servicios de algún fotógrafo para ese día. Esa decisión la tomé de manera unilateral. A pesar de que en mi familia siempre existió la tradición de guardar los recuerdos en fotos y de que yo, siguiendo esa tradición, poseía mi propio album de recuerdos, me negué a incurrir en costos de un fotógrafo que sólo cumpliría el propósito de perpetuar una mentira. Por ser el fotógrafo una parte importante en cualquier celebración como ésta, pensé que ella no estaría de acuerdo con mi decisión y buscaría alguna alternativa que le permita presentar su espectáculo completo, pero no fué así. La sorpresa me confundió cuando ella aceptó no contratar fotógrafo, no mostró ningún interés, no buscó alternativas y no se ofreció para su familia incurra en ese gasto (ni en ningún otro).
Sangre pesa más que agua. El apoyo familiar es también una parte importante en estas y otras actividades. Cuando posteriormente le notifiqué a mi familia que no habría fotógrafo en mi boda, no todos aceptaron la decisión. Sin consultarlo, mi hermana Iris contrató y costeó los servicios de un fotógrafo profesional para cubrir la comedia. Esa muestra de amor familiar me ubicaba en una incómoda situación porque no podia decirles que tanto el novio (yo) como la novia (Adeline) no interesaban poseer esos recuerdos. Por no tener opción, acepté que Iris contratara un fotógrafo para perpetuar la mentira blanca, pero seis meses más tarde Adeline aceptó que destruyéramos ese album de fotos.
Porque mi sentimiento era que no tenía nada que celebrar, utilizé como subterfugio la situación económica (la cual era real debido a que ella ni su familia aportaron para los preparativos), para tampoco realizar otras actividades inherentes a una boda formal: no compramos Champagne ni ninguna bebida alcohólica, no alquilamos salón de actividades y no hicimos nada que pueda parecer una luna de miel.
Fué mi cuñado Vidal, el esposo de Iris, el que aportó las cervezas que se consumieron en nuestra boda. El local que utililzámos para celebrar (sin fiesta) fué la marquesina de mi hogar, y lo consumido provino de mi familia, con las atenciones especiales de Kino y Blanca. La no realización de la luna de miel fué una decisión personal que no estaba dispuesto a transar ni aunque hubiera abundancia de dinero. ¿Que función cumplía? ¿Cual hubiera sido el propósito? A pesar de todo, dos de los símbolos más representativos de una boda sí estuvieron presentes, la sortija y el bizcocho.
Una ceremonia nupcial no termina hasta que el novio coloca la sortija en el dedo de la novia. Esto hace que ese simbolismo sea indispensable en toda celebración. Mi sentimiento de no celebración (ausencia de deseo genuino) y el presupuesto limitado, le restaron importancia a mi interés por la adquisición de una sortija matrimonial. Por eso acordamos que ésta no podia ser costosa. Pero me sorprendió observar que existía en el mercado algunos modelos económicos que se ajustaban a nuestra realidad. Aunque salimos juntos a comprarla, yo escogí la sortija que encontré más barata, como nuestro amor. Mientras tanto, delegué en mi madre los arreglos para el bizcocho y ella a su vez le encargó su preparación a otra persona. Por accidente de la vida, esa persona resultó ser también parte de mi pasado.
El día 10 de julio de 1983 en horas de la mañana, me encontraba preparando la vestimenta para ese día cuando llegó con el bizcocho la persona a la que mi madre contrató para su confección. Sintiendo curiosidad, salí de mi habitación a mirar. Al observar a la mujer no pude contener mi sorpresa y escapándose un grito pregunté, ¿Miss Santiago? Era mi maestra de Ciencia Física en la Ponce High School. Fué una agradable sorpresa para todos. Mi madre no sabía, ella tampoco. Luego de la sorpresa nos saludamos y sin ocultar su alegría me pregunta por Gloria. Le conté que habíamos tenido contacto recientemente, conversamos un poco sobre ella, me obsequió un descuento por su trabajo y se despidió, dejando atrás para siempre esa etapa de mi vida.
Desde que comenzó el noviazgo entre Ramón y Maritza, compartíamos los cuatro casi todas las actividades que realizábamos. Pronto ellos se convirtieron en los únicos amigos que teníamos en común mi novia y yo. Por eso no fué difícil para Adeline escogerlos como padrinos de boda. También decidió que un amigo de su hermana sería el conductor del auto que nos transportaría luego de la ceremonia, en la acostumbrada caravana. (Esto lo menciono sólo para recordar que ella decidía todo). Otro asunto que tuvimos que resolver fué su traslado de la Universidad Católica de Ponce al Puerto Rico Junior College en Río Piedras. Habíamos decidido que ambos continuaríamos estudiado. En el proceso yo me encargué de entregar en el Junior College los documentos que ella tenía que someter. Esto me condujo a un nuevo descubrimiento: ella no estaba asistiendo a la universidad y se había dado de baja en algunos de los cursos. Esto lo hizo utilizando nuevamente el argumento de que esos cursos no le gustaban. ¿Que hacía entonces después que yo la dejaba en los portones de la Universidad Católica? ¿Que hacía mientras yo me encontraba en Río Piedras? Fueron pocos los créditos universitarios que pudo transferir al PRJC por lo que realmente tuvo que comenzar de nuevo casi desde cero.
Entre todos los preparativos de boda que tuvimos que realizar y entre las situaciones que nos vimos obligados a resolver, hubo tres que marcaron mi vida para siempre porque por años traté de olvidarlos y perdonarlos, pero no lo logré. No lo hice (olvidar) porque no podia hacerlo sólo y ella no me ayudó. Estos momentos fueron: 1) charla pre-matrimonial 2) selección del traje 3) despedida de soltero.
La Iglesia Católica también exige como requisito de boda, que toda pareja tiene que asistir a una charla pre-matrimonial antes de su celebración. La ausencia de deseos genuinos para casarme y mi alejamiento de la iglesia me hicieron desafiar esa norma y le comuniqué a mi novia que no asistiría a esa reunión de parejas. Estaba convencido de que ni la iglesia , ni ella dejarían pasar la oportunidad de celebrar la boda por no asistir a esa charla. Estaba seguro de que nada pasaría y mi decisión era firme. Pero Adeline sabía como involucrarme en sus conversaciones con temas delicados y/o perjudiciales; su tono de voz cambiaba, sus palabras eran cuidadosamente seleccionadas, sus agresiones verbales desaparecían, escuchaba más y hablaba menos. No sé como lo lograba pero siempre me hacía cambiar de opinión. Sólo por complacerla, asistímos a la charla pre-matrimonial que se celebró un domingo en el teatro de la Universidad Católica. Ese día mi actitud era de "no me importa". Pero poco a poco el orador pudo cautivar mi atención logrando que yo saliera satisfecho de la conferencia. Sus palabras se han borrado de mi mente, pero no así los recuerdos. Todavía recuerdo la pregunta que el conferenciante dirigió a todas las parejas que allí asistieron, "¿Que respeto puede sentir un hombre hacia una mujer que ha tenido relaciones sexuales con su novio antes de casarse?" Con sus palabras logré entender mejor mis propios sentimientos; no me encontraba sólo.
La selección del vestido de novia era otro de los asuntos a resolver. Sobre ésto ella conocía mis sentimientos y había aceptado mis condiciones de no utilizar velo y corona. Argumentando una vieja tradición que dice que el novio no puede ver a la novia con el traje de boda antes de la ceremonia, Adeline no permitió que yo estuviera presente en el momento que lo escogió a pesar de que fuimos juntos para eso y de que yo pagué su costo. Por eso, al salir del local conversamos un poco y desconfiando de ella le pregunté que había escogido para utilizar en su cabeza con el vestido. Su respuesta fué la que yo quería escuchar, -Nada-. Aunque mi desconfianza quedó intacta, nuevamente estaba obligado a creerle. Pero nuevamente ella demostró su adicción a la mentira.
Los días previos a nuestra boda estuvieron cargados de preocupaciones, temores y ansiedad. Esa acumulación de tensión me ponía dubitativo en relación a si debía continuar con el proceso. El pensamiento de cancelarlo todo siempre estaba presente, pero la idea de que tenía hasta el último momento para hacerlo me servía de excusa para no actuar. Mientras tanto la tensión continuaba acumulándose hasta estallar en violencia mutua.
El único hecho de violencia física que existió entre nosotros en nuestra relación de más de 20 años ocurrió una semana antes de nuestra boda. Recordándole a los lectores que me encuentro bajo solemne juramento de decir la verdad, sólo la verdad, y nada más que la verdad, expongo con detalles los acontecimientos de ese día para que sean ustedes los que declaren su veredicto como jueces de mis acciones (nuestras acciones).
Tradicionalmente, las personas antes de casarse reciben una despedida de soltero/a que es organizada por amigos/as y familiares y la misma casi siempre se realiza una semana antes del enlace matrimonial. Como he expuesto anteriormente , mi novia era una joven con pocas amigas y pocos lazos emocionales con su familia extendida. Por ese motivo, nadie tomó la iniciativa de organizarle una despedida de soltera, ni siquiera su única hermana. En contraste, mi círculo de amistades era extenso y variado. Una semana antes de la boda, nos encontrábamos conversando en el balcón de su hogar cuando se acerca por la callejuela un vehículo grande, modelo Cougar, color verde, que se detiene frente a nosotros. Inmediatamente reconocí el mismo, era mi amigo Rodolfo Echevarría para invitarme a reunirme con todo el grupo de amigos que estarían esperándome esa noche en La Guancha. Aunque él nunca utilizó la expresión "despedida de soltero", por su insistencia en mi presencia, todos sabíamos que ese era el propósito oculto. Mientras Rodolfo y yo conversábamos, mi novia escuchaba en silencio. Aceptando la invitación, acordamos que ellos esperarían por mí para reunirnos más tarde en el lugar acordado. Pero tán pronto Rodolfo se alejó, Adeline rompió su silencio para decir con toda su "autoridad", -Tú no vás para ningún lado.- Comenzó a manifestarse nuevamete el diabólico ser que residía en el interior de su hermoso cuerpo de mujer. Como si hubiera sido ofendida en grado superlativo, ésta especie de la variedad del género femenino, manifiesta su desagrado con esa invitación y utilizando argumentos negativos y en manifiesto desprecio hacia mis amistades, me prohíbe que me reúna con ellos. Casi al mismo tiempo que comenzámos a discutir el tema, ella se había acomodado sobre mi regazo mientras yo me encontraba sentado en uno de los sillones. Esta cercanía y contacto físico entre nosotros no impidió que la conversación se tornara hostíl cuando yo comencé a sentirme (una vez más) molesto con las opiniones que ella explayaba sobre todos mis amigos y amigas. En la medida que la hostilidad verbal aumentaba, sale de entre sus argumentos el nombre de Gisela, la novia de Rodolfo. Estando nuestra discusión en su punto de ebullición y todavía sobre mi regazo, ella me grita con la misma autoridad, -TU NO VAS PARA NINGUN LUGAR DONDE SE ENCUENTRE ESA PUTA- Con estas palabras mi molestia se convirtió en ofensa, luego en corage, y finalmente creo que sentí odio. "El odio es el amor frustrado". Tomas Merton.
Ese sentimiento de odio se manifestó claramente al repeler sus palabras. ¿Que conocimientos o experiecias diferentes tenía ella para auto descalilficarse de ese gremio? Ella nunca entendió que sus propias palabras me obligaban a percibirla como la puta que ella proyectaba en otras. Por eso, al escuchar sus repulsivas palabras reaccioné como resorte y a la misma vez que le gritaba - SALTE DE AQUI - procedí a sacarla bruscamente de mi regazo rechazando su contacto físico estirando mis brazos para obligarla a alejarse de mi persona. Refraseando la expresión con menos retórica, diría que, "la saqué de un empujón". El sentimiento diabólico que invadió mi ser me obligó a rechazarla al sentir que su concepto de lo que era una puta rebotaba contra el viento y la impactaba a ella. Desde ese momento comencé a asociar la palabra puta con todas las actividades que ella realizaba conmigo y las que había realizado en el pasado con Papo y Alberto. ¿Que diferencias había? Que lo explique ella.
Con mi empellón logré repercutir su presencia pero al sentirse sacudida reaccionó también como resorte y estirando su brazo derecho con intención y propósito, logró impactar parte de mi rostro, que a su vez provocó en mí otra reacción. Estirando rápidamente mi brazo derecho en línea recta y con la palma de mi mano abierta, impacté su frente de por encima de sus cejas. Habiendo llegado nuestras reacciones a esos extremos, estaba convencido de que si en ese momemento cualquiera de los dos hubiera vuelto a reaccionar con alguna otra forma de violencia, el daño a nuestra relación hubiera impedido su continuación. Por eso procedí inmediatamente a retirarme de su hogar llevando conmigo nuevos sentimientos de odio, los cuales no he podido desprender de mi ser.
A pesar de mi frustración y sentimiento de odio, la maldita mujer logró intimidarme y "decidí" no asistir a mi propia despedida de soltero junto a mis amigos para no empeorar la difícil situación en la que caímos.
Con el corazón en la mano, deposito ante ustedes, mis lectores, la realidad de los hechos y con la paz y la tranquilidad que siente un moribundo luego de confesarse en su lecho de muerte, me someto a su juicio.
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