"Con llanto de cocodrilo", es una frase que todos hemos escuchado y repetido alguna vez en la vida. De hecho, lo repetimos en el coro de una canción muy conocida, "...♪♫ Tú me llorarás, con llanto de cocodrilo ♪♫..." Al repetir ésta frase le insinuámos a otra persona su hipocresía frente a nuestra ausencia o a una situación personal que estemos afrontando. Pero pocos conocen la profundidad de éstas palabras porque piensan que los cocodrilos no lloran. El cocodrilo es uno de los animales más prehistóricos que existe sobre la tierra y ha sobrevivido miles de años casi sin evolucionar. Es tán poco lo que ha evolucionado que su cerebro no se desarrolló y el que posee es tán pequeño como el tamaño de un maní o cacahuate. Por eso algunas personas dicen que los cocodrilos no tienen cerebro. Además, éste reptíl anfibio se encuentra en la cima de la cadena alimenticia, lo que significa que ningún ser viviente en el planeta, come o se alimenta de cocodrilos. Esto ha contribuído a su supervivencia casi sin evolucionar. Pero lo que puede ser lo más prehistórico o sorprendente de éste saurio es su llanto.
El cocodrilo es el único animal que llora mientras devora a su presa. Llora mientras se alimenta para sobrevivir. Llora mientras asesina a su víctima.
Después de aquel día no volví a ser el mismo. Ya no pensaba igual, no la escuchaba igual, no la miraba igual. Ya mis ojos no veían a la inocente y angelical joven de diesinueve (19) años que aparentaba poseer todas las virtudes divinas. Por el contrario, mis ojos comenzaron a mirarla como una mujer y así también comencé a desearla. Se esfumó la emoción del romance y perdí el miedo. Mis besos comenzaron a ser más agresivos y mis manos ya no pedían permiso para llegar a donde querían. Ahora yo también quería de su pecado, yo también quería ser parte de su pasado. La sala de su hogar y mi auto se convirtieron en nuestro escondite amurallado donde disfrutábamos el sexo furtivo con limitaciones. Pero yo quería más, yo quería todo.
La confianza que sus padres, en especial Doña Elena, tenían conmigo y con nuestro noviazgo, se hacía evidente. Con frecuencia autorizaban que su hija y yo saliéramos sólos en gestiones o actividades específicas de las que ellos tenían conocimento como lo era llevarla a la universidad en las mañanas los días que yo me encontraba en Ponce. Un día traicionamos esa confianza.
Había llegado el momento apropiado y sin temores le comuniqué a mi novia mi deseo de tener relaciones sexuales con ella y así se lo propuse. Mi valentía para hacer la proposición provino de mi convencimiento de que su arrepentimiento anterior, como en el juego de poker, era un "bluff", era fingido, era sólo una manipulación para confundir a los demás jugadores (yo). En su juego del amor ella había puesto a prueba mi honor, mi fidelidad, mi lealtad. Había llegado mi turno en el juego y decidí entonces mostrar mis cartas y subir la apuesta. Mi proposición también fué fingida porque mi convicción de su falso arrepentimiento no me permitiría aceptar un rechazo; no estaba dispuesto a aceptar un no. Mi apuesta fué "all in" (o todo, o nada).
Conversamos sobre el asunto y (como si no tuviera nada que perder) aceptó el encuentro sexual. Planificamos entonces el momento, el día y la hora como se planifica un pasadía a la playa. Esta planificación detallada junto con la realidad de que no había secretos que descubrir, le restaron toda emoción al encuentro y sólo predominaba en mi mente el deseo físico sexual. Planificamos el sexo, no el amor.
Cumpliendo con nuestra cita, pasé por su hogar una mañana temprano para hacerle creer a sus padres que la llevaría a la Universidad Católica a cumplir con sus estudios pero inmediatamente nos dirigimos al Motel Nuevo México. (Cualquier parecido con las veces que hizo lo mismo con Papo el policía no es coincidencia). En ruta hacia nuestro acto, ella demostró tener solamente una preocupación, ser vista y reconocida por alguna persona mientras entrába a las facilidades del motel. Por esa razón hizo su entrada como lo hacen las personas que esconden su verdadera personalidad, inclinando su cabeza y la parte superior de su cuerpo en posición semi acostada. Una vez dentro de la habitación se hizo evidente sus conocimientos sobre el funcionamiento del servicio en la habitación: entrada del auto, ventanilla de pago, servicio de comida, bebidas y condones, por teléfono, y otros. A pesar de eso trató de mantener un comportamiento de inseguridad en cuanto a la decisión de sostener relaciones sexuales provocando mi disgusto y mi insistencia. Posteriormente pude sentir que su actitud era sólo otra de sus manipulaciones para tratar de controlar la situación. Esto lo percibí luego de que aceptó nuevamente tener sexo y comenzar ella misma a desnudarse.
Sentí una bellaca emoción al verla forcejeando con su pantalón jean atascado en sus protuberantes caderas mientras trataba de bajarlos por completo. Sentí mi cuerpo paralizado y mi mente acelerada. Ya no había posibilidad de arrepentimiento, no había vuelta atrás. Con agresivos besos y acariciando mutuamente nuestros cuerpos, llegamos desnudos al campo de batalla, al terreno de juego, a la cama. No había fuente de la juventud, no había premio para repartir, no había vino tinto para celebrar, no había sueños, no había ilusiones, no había amor, pero queríamos estar allí. Necesitábamos saber que pensaba el uno del otro después de ese día para saber también que futuro tendría nuestro noviazgo. Tratábamos de exorcisar el pasado. Pero el pasado existe, nos guste o nó. El pasado no desaparece. El pasado se adhiere a las personas como el humo a las paredes.
El pasado es humo, dijo alguien una vez, y es posible que esté en lo cierto. Pero hasta el humo deja huellas. El humo es el efecto de una causa. Es el resultado de una acción que se manifiesta en una anarquía de moléculas dispersas en todas direcciones. En un lugar abierto y un ambiente apropiado, estas moléculas anárquicas se expanden, se interrelacionan con otras moléculas y eventualmente adquieren otras caraterísticas que hacen aparentar que desaparecieron, pero la realidad es que se transformaron y se organizaron. Se hicieron invisibles para el ojo humano, pero no desaparecieron; están en algún lugar. Sin embargo, en un ambiente cerrado o limitado estas moléculas no logran su invisibilidad porque permanecen unidas como sombra en un espacio confinado dejando huellas de lo que una vez ocurrió. Es por eso que los arqueólogos lo primero que buscan al explorar las nuevas cavernas descubiertas, son rastros o evidencias de humo adheridas a sus paredes y techos. Lo hacen para conocer el pasado y entender mejor el presente. Humanamente, necesitamos entender el pasado para enfrentar mejor el futuro. Así mismo, si en una relación de pareja la comunicación es abierta, el pasado se transforma y se hace invisible. Pero si la comunicación es limitada y mantiene oculta situaciones que deben ser compartidas, el pasado, como el humo, adquirirá un color sombrío adherido a la persona y provocará dudas sobre la pureza de la relación. Una pareja que miente no respeta la relación y no está tan comprometida como nos gustaría pensar.
Su belleza física desnuda era espectacular: su piel blanca como las nubes, sus senos todavía infantíles, anchas caderas, pubis rojiso, muslos carnosos, con piernas y tobillos que parecían dos grandes columnas que sostenían ese monumento de mujer. Su perfección física, ante mis ojos, no me permitía pensar en la posibilidad de finalizar nuestro noviazgo después de disfrutar su cuerpo, por el contrario, estaba convencido de que se repetiría ... y así fué.
En nuestra sociedad, la mayoría de los psicólogos, psiquiatras, sexólogos y otros profesionales de la conducta, coinciden en la opinion, basados en estudios, de que, con excepción del uso de la violencia, son las mujeres las que realmente controlan el sexo. Mientras la mayoría de los hombres se vanaglorian con sus conquistas y comentan con sus amigos detalles de sus actividades sexuales con algunas mujeres, lo cierto es que sin la autorización y el consentimiento de ellas, ningún hombre logrará nunca entrar en su cuerpo. Conscientes de ese poder, algunas mujeres lo utilizan premeditadamente a su favor para mantener a un hombre tán cerca y tán lejos como ellas quieran, como a ellas personalmente les convenga. El ejemplo más común de ésto es cuando una mujer decide embarazarse para obligar a un hombre a mantenerse a su lado. Otros ejemplos son la prostitución, la bartender que sirve a sus clientes mostrando los atributos de su cuerpo, También la empleada que mejora sus condiciones compartiendo con el jefe, o la cantante que se casa con un productor de música, y cientos de ejemplos más de los que estoy seguro que cada lector puede aportar algunos.
Si bién fué cierto que disfruté de su sexo, también fué cierto que su comportamiento fué más para complacerme a mí que a ella misma. Existió un vacío entre carne y carne. No hubo conexión emocional. El sexo era su carnada y yo mordía el anzuelo. Era el cebo en la trampa, el azucar en el café.
Casi inmediatamente que terminó el primer acto de nuestra obra teatral, con nuestros cuerpos húmedos de sudor, palpitaciones aceleradas y respiración jadeante, fuí sacudido de la cama por un explosivo llanto que interrumpió súbitamente el placer que circulaba por mi cuerpo. Momentáneamente confundido, la observé llorando y como reacción lógica le pregunté el motivo. Al no recibir respuesta inmediata y continuar llorando, insistí casi con ruegos que me dijera el motivo de su llanto y fué en ese momento que percibí que era otra de sus manipulaciones. Su llanto era histriónico, era el segundo acto de su obra teatral de ese día. Tengo borrosas sus palabras en mi memoria pero recuerdo muy bien el espíritu de su mensaje. Sin detener su llanto me dice que no debió hacerlo, que no debió aceptar, que no debió estar allí conmigo; trató de mostrarme su arrepentimiento. Pero como era tarde para arrepentirse, mis falsas palabras de consuelo trataron de aliviar el falso dolor de su pecado. Le mentí haciéndole creer que creía en su mentira. El que peca y reza, empata. Su arrepentimiento era falso, sin embargo el llanto era cierto. Pero era el llanto del cocodrilo que terminaba de deborar a su presa, a su victim, ..., a mí.
Compartimos juntos varias horas, pués sus padres la suponían en la universidad. El tiempo fué suficiente para conocernos mejor y descubrir algunos secretos que se ocultaban en el lado oscuro de la luna. Nos inventamos pecados nuevos. Parecíamos dos atletas olímpicos practicando nuestros deportes favoritos, gimnasia y esgrima. No hubo lugar en nuestros cuerpos que no sintieran nuestro contacto mutuo. Mi única confusión era entender como una joven mujer de 19 años que no aprendió a correr bicicleta o patines, nunca había ido a la playa o a la bolera y que no realizó muchas de las actividades que se realizan en una juventud saludable, sabía tanto de sexo. ¿Leyendo? ¿Practicando? ¿Compartiendo información? ¿Educación sexual? A esa edad ella conocía perfectamente el método anticonceptivo natural del ritmo, sabía con anticipada exactitud los días que ovulaba, los días que tendría su menstruación y los días que podia tener relaciones sexuales completas sin riesgos de embarazo. Esto nos permitió ese día y por los próximos meses, sostener relaciones sin protección y sin riesgos de embarazo y me provocó una duda mayor, ¿desde cuando conocía ella el método del ritmo? ¿Desde los 15 años?
Después de pasar varias horas compartiendo y disfrutando nuestros cuerpos, decidimos que era tiempo de regresar a su hogar aparentando que llegaba de la universidad. El recuerdo que conservo en mi memoria al regresar ese día, por alguna razón me impactó más que todo lo ocurrido en el Motel Nuevo Mexico esa mañana. Llegando a la sala de su hogar encontrámos a su padre Don Adrian sentado en el comedor en su momento del almuerzo. Al verlo, Adeline se dirige donde él, se sienta a su lado y lo besa en su mejilla izquierda mientras lo saluda. No pongo en duda el amor que ella sentía hacia su padre, pués ciertamente Don Adrian era un hombre bueno, pero esa muestra de cariño retrató en mi siquis un momento de infamia comparado con el beso de Judas en la Biblia. Un beso sin honra que turbo mi ánimo. Un beso sucio que manchó la dignidad. Sólo puedo describir mi sentimiento de ese momento con una palabra, traición. Aunque ese día terminó, faltaba un acto más para cerrar nuestra obra teatral del día.
Al día siguiente fuí a visitarla como de costumbre y nuevamente, como en ocasiones anteriores, me recibe con una actitud negativa que también nuevamente me obliga a hacerle delicadas monadas para ganarme su gracia. Luego de preguntarle qué le estaba pasando, me dirige una pregunta de forma directa: -¿Que vas a hacer ahora que conseguistes lo que buscabas? - Yo no podia creer lo que estaba escuchando, "...¿lo que yo buscaba?" Era otra más de sus manipulaciones. Era el acto final de su obra teatral que yo titularía "¿Donde está la Virgen?" Esa maestra del sexo me asignó en la obra de su vida el papel de villano; se lo quitó a Papo el policía para entregármelo a mí. Estaba transfiriéndome la responsabilidad de cargar con la culpa por la ausencia de su virginidad. Yo debía responder de alguna manera si quería continuar con nuestro noviazgo o finalizarlo en ese momento porque "ya había encontrado lo que buscaba". Mi amor por su mentira. Pensé que si respondía con la opción de continuar, me forzaba a aceptar también la ausencia de su virginidad como si yo fuera el responsable. Todavía yo saboreába en mi boca la sal de su cuerpo, de sus fluídos, imposible no querer más. Esa miel fué la que me endulzó. Si aceptaba continuar nuestro noviazgo, aceptaba también vivir en la mentira. Finalmente, poco a poco, utilizando palabras neutrales, fuí respondiendo su pregunta sin decir mucho y casi justificando su conducta presente y pasada, aceptándo así continuar con nuestro noviazgo; pero mi vision del futuro cambió.
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