En enero de 1982 yo comenzaba mi cuarto semestre en el Puerto Rico Junior College y continuaba siendo un estudiante sobresaliente con excelentes notas y promedio académico. También continuaba con la idea de ir a estudiar a alguna universidad de los Estados Unidos y comenzando ese año comencé también las acciones afirmativas para lograr ese objetivo. Luego de orientarme, seleccioné a la Universidad de la Florida en Coral Gables como mi próximo centro de estudios. Comencé a gestionar todo lo necesario para una transferencia universitaria: formularios de admisión, becas, hospedaje, costos, matrícula, etc. Envié el pago correspondiente y toda la documentación necesaria en el tiempo indicado y sólo faltaba esperar la respuesta. Mientras esperaba, continuaba disfrutando mis logros incluyendo a mi nueva novia quien tenía conocimiento de mi interés en estudiar en los Estados Unidos. Transcurrieron varias semanas (6,8,10) antes de recibir alguna respuesta de la Universidad de la Florida. En ese tiempo de espera me acostumbré a compartir con mi novia los momentos disponibles y no deseaba alejarme de ella.
La Universidad de la Florida me notificó que recibieron toda la documentación que yo les había enviado pero que no recibieron la transcripción de créditos original, sellada y certificada del Puerto Rico Junior College. Esto a pesar de que yo la había gestionado. La misma era un requisito sine qua non para la admisión como estudiante. Mi entusiasmo de estudiar en esa universidad había disminuido por motivo del nuevo entusiasmo con mi novia. Por esa razón no hice nada para que el PRJC enviara nuevamente la transcripción oficial y abandoné uno de mis sueños. El amor comenzó a ser un obstáculo en mi vida.
Por yo ser un "buen muchacho", Doña Elena comenzó a permitir que su hija y yo saliéramos juntos como novios. En un principio su hermana Maritza nos acompañaba, también nuestra amiga Madeline. Nuestras primeras salidas fueron para la Bolera Santa María. A pesar de que esta bolera era muy conocida en toda la ciudad, increíblemente ella nunca la había visitado. Allí tuvo la oportunidad de conocer a mis amigos y compartimos con ellos en algunas ocasiones. Pero ella poco a poco establecía las reglas de nuestro noviazgo y nunca aceptó a mis amigos como sus propios. Tampoco aceptó a mis amigos como mis amigos. La maldita ceguera que esa concubina del demonio me había causado me impidió entender que ella estableció un lento proceso de separación de mi círculo de amistades.
Al comenzar a estudiar en Río Piedras, automáticamente hubo una separación física con mi grupo de amigos pero no así emocional. El poco tiempo que tenía disponible lo compartía con ellos socialmente. Este tiempo se redujo más aún luego de comenzar mi noviazgo. Pero los constantes comentarios negativos que mi novia hacía en relación a mis amigos y sus actitudes negativas cada vez que yo compartía con el grupo, motivó que yo comenzara a socializar con mis amigos a espaldas de ella; empecé a mentir en mi vida. Este compartir se fué reduciendo cada vez más hasta afectar el compromiso emocional que tenía con ellos. Adicionalmente, (entiendo que esto es un proceso social natural), cada miembro del círculo comenzó a tomar decisiones personales que fragmentaban la unión. Entre estas decisiones hubo dos que permitieron que el vínculo emocional de la amistad se trasladara más allá de Ponce. Los que consideré mis dos mejores amigos, Bengie y Rodolfo, también trasladaron sus estudios a Río Piedras.
El padre de Bengie, el Reverendo Alfredo Santiago, fué transferido para dirigir la Iglesia Evangélica Unida de Río Piedras provocando la mudanza de toda la familia y la decisión de Bengie de ingresar a estudiar en la Universidad InterAmericana, Recinto de Río Piedras. Mientras tanto, Rodolfo estudiaba en la misma universidad pero en el recinto de Ponce y como requisito de graduación tenía que transferirse a otro recinto teniendo que escoger entre el de San Germán o el de Río Piedras, decidiéndose por éste último. Sin embargo este re-encuentro amistoso no tuvo una larga duración. Bengie se entregó por completo a sus estudios y se involucró mucho en las actividades de la iglesia que su padre dirigía; adicional a que también encontró a su princesa rosada. Mientras, Rodolfo también encontró en Río Piedras a la persona ideal para compartir una bonita relación.
Gisela y Rodolfo comenzaron un noviazgo diferente al mío porque ella sí aceptó su grupo de amigos y compartió con nosotros en muchas ocasiones. Su personalidad era compatible con el grupo y al igual que nosotros, ella estudiaba en Río Piedras pero vivía en Ponce. Pero ella también fué percibida por mi novia como una persona no agradable ante sus ojos. Lejos estaba yo de imaginar que ellos dos serían los últimos amigos que yo tuviera en mi vida, pués la que yo creía que era mi Cenicienta se convirtió en una bruja hechizera que no permitió que yo nunca más tuviera amigos(as).
Desde muy temprano de nuestra relación, Adeline demostró desconfianza en todo lo que para ella era nuevo o diferente. No aceptaba que yo tuviera amigos de la misma manera que ella casi no tenía amigas. Cuando compartíamos con nuestra familia yo podía observar la falsedad de sus acciones y de sus palabras hacia ellos, actitud que mantenía también con su propia familia. Mientras la mía era una familia extensa, unida y bulliciosa, la de ella era pequeña, sólo del lado de su madre y fragmentada. No tenía lazos emocionales con su familia extendida. La delicadeza femenina que ella muy bien sabía mantener en presencia de otras personas se desvanecía cuando teníamos diferencias de opinión o cuando no le gustaba alguna acción de mi parte, como lo era el compartir con mis amigos, mencionar el nombre de alguna amiga, jugar billar, beber cerveza, etc. Con frecuencia cambiaba su estado de ánimo y con éste su vocabulario. Mi mundo comenzó a hacerse más pequeño y mi vida comenzó a girar casi exclusivamente alrededor de ella, atraído más por su belleza que por su personalidad.
Su forma de ejercer control en nuestra relación era más a través de sus actitudes que de sus palabras. Sus manifiestos comportamientos repetitivos de rechazo hacia lo que no le gustaba me obligaba a negar mis propias realidades (ej., gustos, ideas, estilos de vida) o negar mis acciones presentes (compartir con amigos) o acciones pasadas (novias anteriores). Pensando que pasábamos por un proceso de adaptación, yo no tenía inconvenientes en continuar adelante con nuestra relación. Pero no me estaba percatando que ese proceso de adaptación era solamente mío. Mientra yo tenía que creer todo lo que ella me decía o descubrir poco a poco cualquier incongruencia, ella conocía todo sobre mí através de su amiga Madeline.
Como era costumbre, un día llegué de Río Piedras contento porque esa noche compartiría con mi bonita novia. En esa ocasión me dirigí directo a mi hogar de donde volví a salir debidamente acicalado, perfumado y alegre rumbo al arrabal. Al llegar a su casa la encontré sumamente molesta y con sus acostumbradas actitudes negativas de manipulación. Contrario a otras ocasiones en las que se hacía de rogar antes de conversar, esta vez fué ella la que comenzó a hablar y a acusarme de mentirle. Después de escucharla y de organizar mis pensamientos, logré que hablemos de lo que ella quería, aunque su actitud negativa le duró toda la noche y esto me dió la oportunidad de observar que en su personalidad pululaban síntomas de negación. Con evidente molestia en su rostro, me dijo que alguien le había dicho a ella que yo mantenía una relación amorosa con una mujer casada de nombre Mery, que se encontraba embarazada y que en Las Delicias algunos vecinos comentaban sobre mi responsabilidad en relación a eso. En una larga conversación no le negué mi amistad con Mery pero sí la relación amorosa y cualquier relación con su embarazo. La extensa conversación no la hizo cambiar su forma de pensar y pude observar que ella prefirió terminar repentinamente con la conversación y nunca más mencionó ese tema, entrando en un absoluto y permanente estado de negación en relación al mismo (síndrome del avestruz). ¿Temía ella que fueran ciertos los rumores que le habían llevado? ¿Temía correr la misma suerte que tuvo con su primer novio Papo, al quedar abandonada, sóla y triste? ¿Tuvo miedo de perder otra oportunidad de lograr que alguien la saque del arrabal?
Pero Mery no sólo era mi amiga, también era amiga de toda mi familia y por ese motivo en ocasiones su nombre era mencionado en reuniones familiares en las que mi novia se encontraba presente y cuando esto ocurría ella evidenciaba su molestia y enojo. Pero mientras ella no soportaba escuchar el nombre de MRS, con frecuencia mencionaba los nombres de Papo y Alberto como si quisiera enviarme mensajes ocultos que yo tenía que descifrar. En una ocasión me dijo que cuando terminó su noviazgo con Alberto ambos acordaron que quedaba pendiente entre ellos una conversación que nunca terminaron y que ellos dos tenían la necesidad de terminar algún día. Increíblemente, nunca le pregunté el tema de esa conversación y tampoco le puse impedimentos. Estaba obligado a confiar en ella porque yo sólo la podía ver dos días a la semana y desconocía lo que hacía el resto de la semana cuando salía de su hogar para la universidad. Ese día llegó y terminaron la conversación que tenían pendiente. Aunque nunca me enteré cual era el importante tema, el día que lo hicieron me dió la oportunidad de reconocer por primera vez que yo me había equivocado. Mi princesa rosada era una ladrona de sueños. Me escondí de la mosca y me comió la araña.
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