Pocas veces
la felicidad, la alegría y las cosas buenas de la vida me inspiran a escribir. Y
no creo que esté mal. Nacimos y vivimos para ser felices, esa es la meta, esa
es la consecución de la vida. Si somos felices, que bueno, para eso vinimos. Pero
si la felicidad no llega porque se va de vacaciones, nos defrauda, entonces nos
ponemos a pensar, a reflexionar y nos preguntamos qué estuvo mal, que falló.
Esos son los momentos que nos ponen a pensar donde fallamos y como no siempre
podemos expresarnos y cuando podemos nadie nos escucha, ese es el mejor momento
para escribir, escribir de corazón. Si en ese momento sentimos que nos estamos
muriendo, no importa. Escribimos y resucitamos. Amén.