Nuestra primera salida solos fué un momento que sirvió como una ventana en la que pude observar muchas cosas que no hubiera podido ver desde otro ángulo. Una ventana es una abertura que se deja en una pared para que a través de ella pueda pasar el aire y la luz. Funciona también para observar el exterior, para comunicarnos y para visualizar el futuro. Si a través de la ventana observamos que en el cielo hay nubes negras, podemos sospechar la posibilidad de lluvia y prepararnos para el futuro recogiendo los artículos del exterior que no deseamos que reciban el insípido, incoloro e inodoro líquido. Una ventana se construye con planificación y propósito, es una decisión que voluntariamente se pone en función.
¿Qué es una grieta? ¿Cumple una grieta la misma función que una ventana? ¿Es planificada? ¿Tiene propósito? ¿Se puede ver el futuro a través de una grieta?
Una grieta es una quiebra, una hendidura, una resquebrajadura. Las grietas normalmente surgen como consecuencia del deteríoro a través del tiempo. Pero también una grieta puede surgir como consecuencia de deficiencias en el proceso de construcción. Una mala planificación o improvisación puede resultar en una grieta que tal vez pocos puedan observar y que de no ser reparada a tiempo puede convertir una bonita construcción en un lugar inseguro y peligroso, dependiendo de como se maneje cada situación en particular. Llevando las situaciones a los extremos, una grieta puede no tener ninguna consecuencia si se maneja correctamente o, puede provocar un colapso total de lo construido, si el manejo es inadecuado. A través de una ventana se puede ver el futuro, mientras que una grieta es reflejo del pasado.
La personalidad de los individuos se construye usando como base, adicional al factor genético, a la familia y la sociedad, y subsiguientemente la educación y la religión, entre otros elementos. La suma total de todos los factores que interactúan crea un conjunto de características que distinguen a una persona de otra. Así se construye la personalidad. Como cualquier construcción, si uno de los elementos básicos es deficiente, el producto final pudiera también tener deficiencias que con el tiempo pueden causar grietas y éstas pudieran no ser observadas a tiempo para su corrección y finalmente colapsar.
Desde los tiempos de estudiante de escuela intermedia y superior, siempre asistí a las Justas Atléticas Escolares que se celebraban en Ponce. Como estudiante universitario no podía hacer menos. Las Justas Atléticas Inter Universitarias se celebraban siempre en San Juan y yo comencé a asistir a ellas desde antes de trasladarme a estudiar a esa ciudad. Año tras año disfrutaba de ésta actividad con mi grupo de amigos y compañeros. Pero las justas de 1982 fueron para mí diferentes; no asistí a ellas con mis amigos de siempre; no las disfruté como siempre. Ese año asistí con un entusiasmo diferente y con una persona diferente, mi novia. En mi deseo de que Adeline se interese por mis actividades y entorno social de la misma manera que yo lo estaba haciendo con ella, la invité a que asistiéramos a las justas atléticas de ese año que se celebraban como de costumbre en el Estadio Sixto Escobar, en el área de El Escambrón, en San Juan. Por el hecho de que sólo llevábamos cuatro meses y medio de novios, para lograr la autorización de sus padres tuvimos que convencerlos a través de una estricta coordinación que incluía ida, estadía, tiempo y regreso. Aunque yo tenía mi hospedaje en Río Piedras, nunca hablamos ella y yo, ni siquiera de la posibilidad de pernoctar juntos en el mismo, ni en ningún otro lugar; ese no era el propósito.
La hermana menor de Doña Elena se había establecido en Río Piedras desde hacía muchos años y allí nacieron sus dos hijas, primas de Adeline. Esta tía falleció pocoa años antes de que mi novia y yo nos conociéramos. Estas primas, luego de la muerte de su madre, comenzaron a tener un estilo de vida descontrolado y alejadas de la familia. Fueron varias las ocasiones en que mi novia me comentó que sus primas hacían uso de drogas, eran pocos femeninas ("machúas") y vivían en un mundo de prostitución y lesbianismo. Sin embargo estas primas fueron para ella el mejor argumento o subterfugio para convencer a su madre de que la autorice a asistir a las justas universitarias y quedarse a dormir una noche en San Juan (el viejo truco), en la Urbanización Reparto Metropolitano. Hice los arreglos necesarios en mi trabajo como guardia penal para poder viajar a Ponce, compartir en las justas y regresar a Ponce al día siguiente. Las justas atléticas tienen una duración de dos días, comenzando siempre un viernes del mes de abril, pero es el segundo día, sábado, el que atrae a la mayor cantidad de personas. Pero las diferentes actividades estudiantiles tienen una duración total de tres días cosecutivos, convirtiendo al domingo en el mejor día de actividades fuera del estadio de competencias. Nuestro propósito era disfrutar de las justas deportivas el sábado y de las actividades estudiantiles el domingo. Sin embargo, por necesidad del servicio, no pude ausentarme a mi trabajo ese domingo en un turno de 2:00 pm a 10:00 pm. Esto dificultó un poco el viaje de regreso a Ponce con relación al horario y limitó nuestro disfrute de las actividades. Pero el sábado pudimos compartir, según lo planificado, un bonito día y una romántica noche. Ese día asistimos al Estadio Sixto Escobar y fuimos parte de los miles de jóvenes que presenciaron las competencias. Recuerdo que aunque me sentía contento con mi compañera, extrañaba los agradables gritos y discusiones amistosas de mi grupo de amigos y aunque me encontré de causalidad con algunos de ellos, la presencia de mi novia creaba un ambiente que no nos motivaba a mantener la acostumbrada camaradería y cohesión. Luego, en la noche salimos a caminar como la mayoría de los estudiantes por la Avenida Ashford en el área de El Condado en Santurce. Caminando y conversando, visitamos brevemente algunos hoteles del área y nos sentamos frente al mar a observarlo en la noche. Finalmente la invité a comer y fuimos al muy conocido pero ya desaparecido Restaurant-Pizzería Las Nereidas. Esa noche la recordé como una en la que sentí que el amor llegó a mi vida para quedarse. Que lejos estaba de la realidad. El amor no había llegado para quedarse, veinticuatro horas después se escapó por una grieta.
Cumpliendo con lo acordado, adelantada la noche nos dirigimos al hogar de sus primas en Reparto Metropolitano, terminando el día igual que como transcurrió, bonito y romántico. El día siguiente, domingo, compartimos brevemente en la mañana y acordamos que tan pronto termine mi turno de trabajo a las 10:00 pm pasaría a buscarla para salir inmediatamente de regreso a Ponce y cumplir con la promesa a sus padres. Yo tenía la opción de permanecer en Ponce esa noche, dormir en mi hogar y regresar en la mañana siguiente a Río Piedras debido a que nuevamente comenzaba a trabajar a las 2:00 pm. Muy puntual salí a las 10:00 de la noche a buscarla e inmediatamente nos dirigimos a nuestra cuidad. El romanticismo del día anterior nos acompañó en el viaje de regreso. Me sentía bien a su lado y ella daba evidentes muestras de sentirse igual. Conversando en el auto por el Expreso Las Américas nos acomodamos muy juntitos, pegaditos y acurrucados, mientras yo posaba mi brazo derecho sobre ella para sentir su presencia. El calor de nuestros cuerpos comenzó a arroparnos. Mientras por la autopista subíamos rápidamente hacia las cimas de las montañas de Puerto Rico, nuestros cuerpos y mentes subían con la misma velocidad hacia otra cumbre, hacia otro extremo.
El diablo empuja, decíamos en mi adolescencia, en Bella Vista, cuando sentíamos temor de acercarnos demasiado al peligro; significando con esto la tentación que se siente de lanzarse al vacío cuando alguien se detiene a observar un precipicio desde el borde del abismo.
Desde la planificación para asistir a las justas, hasta el momento mismo del regreso, no tuve nunca pensamientos impuros con mi orgullosamente joven, linda, angelical y virginal Venus, Diosa del Amor y la Belleza. Mi sinceridad y respeto hacia ella siempre fué mi motivación, pués mi sentimiento era de un amor sin pecado. Pero de repente me encontré parado en el borde del abismo observando la profundidad y sintiendo la tentación de una caída libre. ¿Como no sentirla si en ese momento todo parecía que el mundo se había reducido a sólo tres habitantes?, ella, yo y el demonio.
Mientras continuábamos hacia nuestro destino conversábamos y mostrábamos mutuamente nuestro amor a través de los besos y las caricias. El calor interno del cuerpo se comenzó a sentir en la piel. Las palabras dejaron de escucharse y comenzamos a comunicarnos con nuestros cuerpos. Mi brazo en su hombro comenzó a moverse suavemente por el tronco de su cuerpo palpándolo lentamente mientras sus manos reciprocaban la acción sobre mis piernas. La fricción de nuestras manos con nuestros cuerpos era muestra de que el demonio nos susurraba al oído que nos lanzáramos al vacío. Yo sentía la presencia del ángel rebelde en mi cuerpo entumecido. Mutuamente nuestras manos recorrían los cuerpos aumentando nuestro deseo de sentir directamente el contacto de nuestra piel removiendo todo obstáculo textil que lo impedía. Mi pantalón se hizo pequeño por la alta frecuencia que exigía espacio y libertad de movimiento para buscar un escape y descargar la presión que provocaban nuestras caricias eróticas.
Mis ansias sexuales y su permisiva conductividad, unido a mi temor de descontrolar el auto a una velocidad de más de 50 m.p.h. me motivaron a detener el mismo a la orilla de la autopista para buscar la válvula del demonio, que continuába susurrándome al oído.
Inmediatamente que me estacioné ella comenzó a pedirme de forma exaltada que continuara la ruta sin detenerme recordándome que teníamos un compromiso con sus padres. Pero la razón y el deseo se habían desdoblado de mi cuerpo, confundido con palabras y actuaciones contradictorias. Estaba consciente de los riesgos de estacionarme a la orilla de la carretera, pero también estaba consciente de los peligros de continuar conduciendo en estado de excitación progresiva. Más aún considerando que nuestras manifestaciones de deseo sexual habían llegado al punto de no retorno.
Sin detener nuestras caricias, ella insistía en continuar la ruta mientras yo insistía en permanecer estacionados. Finalmente acepté continuar nuestro camino proponiéndole sólo uno o dos minutos de placer. No fué difícil para ella aceptar. Como niño pequeño emocionado en el día de Los Reyes Magos, mis manos comenzaron a soltar rápidamente los lazos y abrir la envoltura que contenía los regalos con el que cada niño sueña. Deslizándo mis manos desde sus pechos descubiertos me dirigí hacia el Monte de Venus en busca del regalo de los dioses. Por temor a lo desconocido, jugué lentamente con mis dedos deslizándolos suavemente mientras bajaban hacia su interior para palpar el regalo divino. Con la más excitante emoción nunca antes sentida, mis manos comenzaron a buscar en la oscuridad de su interior el divino tesoro del que estaba seguro que sólo yo podía encontrar. Entré en su cuerpo, caminé en su interior, busqué el tesoro, mi regalo, pero no lo encontré. No estaba. No existía. No existía para mí. Ya no estaba. Otro se lo había llevado. No lo podía creer, no era justo. Ese era mi regalo. ¿Quién se lo llevó? ¿Quién me lo robó? ¿Quién me engañó? ¿Quién me mintió? ¿Me engañé a mí mismo? ¿Que diabólico ser pudo hacerle daño a mi diosa del amor? ¿Era yo en ese momento un ser diabólico? ¿O acaso el ser diabólico era ella? Muchas preguntas, mucha confusión en mi ser y un sólo pensamiento: "¡Ooh noo, está rota, está rota, noo!" Pensaba yo en la jerga coloquial que utilizábamos los jóvenes y las jóvenes de esa época. "¡No es virgen, no es señorita, no puede ser, noo, noo." Pero ... la evidencia estaba en mis manos, era palpable, irrefutable, incustionable, indubitable. No hubo resistencia, no hubo quejidos, no hubo dolor. Sólo hubo placer manifestado en su cuerpo contoneándose sobre el asiento reclinado de mi auto.
Estaba confundido, aturdido por lo que estaba sintiendo, pero encontrándome en el punto de no retorno, detenerme tampoco era opción; el diablo tomó control. Mientras ella sentía directamente el contacto de mi piel en su rosado interior, mi pantalón quería explotar causándome dolor en mi virilidad. Perdí el temor a lo desconocido debido a que, no hay nada nuevo debajo de las sábanas y decidí soltar también las ataduras que mantenían inmóvil y confinado a mi órgano sexual convertido en un incómodo cilindro macizo. Soltando la correa y los broches que me oprimían, procedí a abrir mi pantalón y liberar el miembro hasta quedar expuesto y accesible, pués yo también quería sentir de forma directa el contacto en mi piel interior; y así fué.
Deslizando su mano por mis zonas eróticas buscó y encontró mi virilidad para masajearlo y acariciarlo con el mismo éxtasis con el que yo lo recibía y que hacía desaparecer en mí cualquier otro sentimento. Por la rapidéz con que ocurrian los hechos todo era confusión; mis sentidos se volvieron hipersensibles. ... y agarrándolo fijamente en sus manos como si temiera que se escape, Adeline comenzó con una estimulación manual que me provocaba un doloroso placer que yo me negaba a detener. Sentía que era imposible que pudiera existir en ese mundo reducido a sólo tres habitantes, más placer que el que yo estaba sintiendo en ese momento. Nuevamente me equivoqué, lo mejor estaba por venir. Inclinándose sobre mi cuerpo alternó la estimulación manual con estimulación oral, sin requerimiento; libre y voluntariamente. "¡Nooo, esto no puede ser, no puede ser!" Fué el efímero pensamiento que llegó a mi mente de forma repentina y que se desvaneció con la misma rapidez ante el intenso e infinito placer que mi cuerpo sentía. Creo que si la muerte me hubiera sorprendido en ese momento de infinito placer, hubiera caído al suelo fulminantemente con una petrificada sonrisa placentera en mi boca que hubiera evitado a los médicos forenses realizar autopsia alguna; la evidencia estaba en mi rostro. El que por su gusto muere, que el infierno le sepa a gloria.
Estupefacto, no podía creer lo que estaba viviendo, mi bella y juvenil princesa rosada cuyas aparentes virtudes me atrajeron con hipnotísmo, estaba haciendo realidad mis fantasías de adolescente. Sorprendido por sus destrezas, perdí el control de la situación permitiendo que ella disfrutara de mi cuerpo a su gusto y manera, sin obstáculos que la limiten. El doloroso placer que me causaba su acto de felación me hacía sentir que no existía el tiempo ni el espacio, el cielo o el infierno. Hasta el demonio ya se había retirado complacido y sólo quedábamos en el mundo ella y yo, entregados por completo al pecado sexual.
Fuí sorprendido por la muerte chiquita cuando la esencia de mi cuerpo se desprendió de mi ser ... silencio, silencio absoluto. Sólo se escuchaba en la distancia las diabólicas carcajadas del demonio en retirada. Culminada la actividad y habiéndose enfriado el infierno, mi dolorido cuerpo comenzó a relajarse mientras ella nuevamente tomaba postura. Cerrando rápidamente todas las envolturas, tomamos nuevamente la carretera y continuámos hacia nuestro destino. Recuperando de nuevo la noción del tiempo, pude observar que sólo había transcurrido unos pocos minutos desde que comenzámos la exploración de nuestros cuerpos. El tiempo estaba a nuestro favor.
El resto del camino lo recorrimos conversándo tranquilamente varios temas, pero ninguno de los dos dijo una sóla palabra en relación a lo que acababa de acontecer, como si nada hubiera ocurrido. Pero la realidad era que yo me encontraba desorientado, desorbitado, verdaderamente afectado en mi siquis.
De regreso en su hogar, en el tiempo apropiado, sentí que le estaba devolviendo a Doña Elena y Don Adrián, una persona diferente a la que ellos me confiaron. Ellos me entregaron una hermosa, inocente y frágil joven de diesinueve años, pero como si la máquina del tiempo hubiera hecho su parte, yo les regresé una mujer que ocultaba en su lindo rostro una vida llena de experiencias y secretos.
Por la extraña sensación que sentía, opté por regresar a Río Piedras esa misma noche y deteniéndome en todos los negocios disponibles desde Ponce hasta SanJuan, contaminé mi sangre con todo el alcohol que mi cuerpo pudo resistir. Mi único deseo era que terminara esa noche, que llegara un nuevo amanecer trayendo claridad a mi vida.
Había construído un mundo perfecto alrededor de ella, la mujer ideal, la relación perfecta. Pero encontré una grieta que me creó inseguridad. Había que reconstruir. Como pareja estábamos obligados a evitar daños a nuestra relación si deseábamos realmente solidificar la misma. Pero esto sólo se logra mezclando las palabras y las acciones que construyan una base firme y sólida capáz de evitar un colapso total de lo construído. Luego, sólo resta esperar. El tiempo y yo somos dos, lo que no logro yo, lo logra el tiempo.